
QUE LOS VOTE CHAPOTE II
Anochecía. El año que terminaba había sido convulso y las reuniones, sobre todo al atardecer, eran frecuentes. El Tribunal Supremo había dictado sentencia, por el que condenaba a los cabecillas de un grupo, por el grave delito de violar la pacífica convivencia de una tierra totalmente indefensa, por cuanto los violadores eran, precisamente, los que tenía obligación de protegerla, al haberse comprometido a ello, bajo promesa o juramento.
Cataluña, que era su nombre, nació con la bendición de los dioses. Gozaba de bellas playas bañadas por aguas del Mediterráneo, con uno de sus mejores puertos; de alta montaña, con blancas pistas de esquí; de ciudades, del mejor corte europeo, con masas de turistas inundando sus calles; y sus gentes, ingeniosas, cogidas de la mano, en corro, podían tener el placer de bailar sardanas, una de las danzas más hermosas del mundo.
Esta venus del mediterráneo logró sus vestimentas, pagando, en una parte importante, con la mano de obra y el ahorro del resto de España. La Caja de Ahorros de Salamanca, durante el franquismo, de cada peseta que ahorraban los salmantinos, y, lógicamente, el resto de Castilla, la mitad se iba a las provincias vascas y la otra mitad a Cataluña, para que pudieran montar las industrias que ayudarían, y complementarían, la agricultura del resto de España, y las riquezas que producían los mares que bañaban las rías gallegas.
Por decisión de sus habitantes, recompuesta la nación a la muerte del dictador, se le entregaron las tierras catalanas, para que la custodiaran y engalanaran debidamente, a un grupo presidido por un hombre, aparentemente honesto y sensato, que resultó ser un falso y corrupto trilero, disfrazado de hombre de Estado.
Este grupo, amparado por los Gobiernos nacionales que debían controlarlos, consintieron los desmanes que se iban poniendo de manifiesto, en parte por necesitarlos para ejercer sus propios y ambiciosos planes, en parte por cobardes, cumpliéndose el dicho de que los sinvergüenzas medran por la cobardía de los demás. Tal descontrol, desató la insaciable apetencia de grupos afines, que renunciando a la pudorosa decencia que se esperaba de ellos, trataron de apropiarse de la, ahora, hermosa criatura.
Para ello trasgredieron las leyes vigentes en la nación, inventándose la argucia de asegurar que todos tenemos el derecho a decidir, con lo que lograban engañar a los pobres incautos que, creían que tales grupos luchaban para lograr el mejor vivir de sus conciudadanos, como si fuera posible creer que los que han infringido las leyes que habían jurado cumplir, cuando hicieran las suyas, lo serían en beneficio de los todos.
Porque nadie puede decidir sobre lo que no es suyo, bien por ser de otro, bien por tener solamente una parte. Y estos “demócratas de si mismos” querían decidir, ellos solos, el futuro de un territorio que es de todos los españoles. El Supremo, optó por la calificación mínima, porque fue un verdadero delito de sedición – antiguamente llamado de lesa Patria - el delito más castigado del Código Penal.
Y, con estos delincuentes, un tal Sánchez, el mentiroso, formó el Gobierno de “progreso”, cuyas leyes han regido la vida de los españoles, comenzando, de nuevo, el inicio de la República, cargándose la Instituciones como hizo Azaña, abriendo las puertas de comunismo, y, volviendo a crear las dos Españas, por eso tenemos que echar a una tal Armengol - fiel seguidora de citado golfo - con los votos. Y que los vote chapote


