Hoy el día ha amanecido triste, desde el punto de vista  meteorológico. Está encapotado y oscurecido por una espesa niebla que cubre el firmamento, entre la que  cae, mansamente, la lluvia, cual lagrimeo acorde con  tal amanecer.  Desde donde escribo, veo los árboles, como siluetas desdibujadas  sobre  espacios indefinidos.  Es como si este tempestuoso y temprano invierno, tuviera prisa por ver pasar los meses que sirven de transición a la primavera, explosión de amaneceres ilusionantes de flores y armonía,  época en que  se instala el verdadero triunfo de la vida.  
  Estamos próximos a la semana de Navidad, en la que, con la excesiva iluminación de las calles, el comercio trata de incentivar las ventas.  Volvemos a celebrar el nacimiento de un Niño, que, como el nacimiento de cualquier otro,  iluminará nuestro camino a través de una sonrisa, que refleja la bondad del ser humano, frente a la retorcida de un mundo, en conflicto permanente. 
            En estos últimos días, cuando siento hablar del cambio climático, sonrío con el escepticismo creado  al cobijo de los años. He conocido aquellos, en los que Franco denominó como pertinaz sequía; oí hablar, en mi niñez, de las inundaciones de Valencia, a la que se le prestó ayuda, a través de un sello especial de correos, obligatorio en todas las cartas, y, cuyos ingresos, se dedicaban a tal fin; pateé la nieve de aquellos duros inviernos, hoy cuasi-inexistentes, a la salida de la Facultad en  la inolvidable, e inolvidada, Salamanca; y llevo muchos años en estas Islas, donde el clima de las estaciones   se repite con inusitada  constancia, aunque los lugareños hablen con extrañeza, en el primer comentario de cada uno de sus encuentros, de una situación climatológica impropia del tiempo en que  lo comentan.   
            En estos momentos, los políticos tratan de formar un equipo, con el que, dicen, pretenden lograr el mejor vivir de los ciudadanos, a través de una España en apacible convivencia,  pero, en realidad, lo que hacen es buscar la satisfacción de sus ambiciones,  al tratar de formarlo con aquellos  que quieren desmembrarla.  Tienen mucho poder  en una democracia, que, aún, deja mucho que desear, y lo utilizan de forma  torticera, como dioses mentirosos e irresponsables, que pretenden hacernos creer, que son capaces  de conseguir que unas simples líneas, formen, al mismo tiempo, un circulo cuadrado. 
               En este ambiente tramposo, llegaremos a la Navidad. El Niño volverá a  nacer,    las familias se reunirán – y discutirán –  celebrando los acontecimientos que la tradición exige, y los comercios harán su Agosto en Diciembre, poniendo de manifiesto que, como dijo el poeta, cualquier tiempo pasado fue mejor. 
            Sabemos que Sánchez seguirá engañando a los españoles; que una parte de ellos se creen superiores al resto, pretendiendo romper,  en su beneficio, la  unidad de destino que nos ha mantenido unidos durante siglos,  y que las  guerras nunca terminarán; pero no podemos perder la esperanza, necesaria para vivir, y, confiando en ella, espero que alcancéis esa paz interior, necesaria  para obtener cierta felicidad. 

            Felicidad que os deseo de todo corazón. 
Ir arriba