Después de una Semana Santa desangelada, de la que han desaparecido todas las procesiones y demás signos que la caracterizan, Jaime vino a buscarnos para hacer una pequeña excursión por la Isla, a fin de conocer los cambios realizados, porque, apenas se pasan unos años, y cuando vuelves, hay más hoteles, mas negocios turísticos, más instalaciones con las que atraer mas visitantes.
Hacía un día primaveral, que, salvo algunos días de invierno, es el tiempo dominante de las Islas. El viento era una suave brisa, que alegraba el ambiente, dado que el sol ya empezaba a sentirse. Fuimos recorriendo, con tranquilidad, la punta que, sobre el mapa, cierra la bahía, descansando, no solo la vista, – los años no perdonan – en el magnífico puerto de Portals y, posteriormente, en Portals Veis.
La ruta a ambos puertos apenas ha cambiado durante los más de treinta años que han pasado desde que la hacía con frecuencia, pero la altura alcanzada por los setos separando los dos sentidos de la autovía, y los pinares que desde siempre bordean la otra parte, llenan de verdor los ojos, aportan luminosidad a los espacios, y pudimos disfrutar de la sensación de vivir en vastos bosques, a pesar de que en cualquier revuelta vuelve a cegarnos el reflejo del sol sobre las aguas.
Puerto Portals, es como un almacén de lujo sobre el mar. Los barcos, erróneamente, llamados de recreo, dada la poca movilidad que parecen realizar, se amontonan unos contra otros, protegidos por defensas confeccionada por nuevos materiales, sustitutivos de aquellas de esparto, cuyo olor, con el gas-oil era clásico de los puertos. Permanecen amarrados y amontonados, formando un continuo escaparate de anquilosada y disparatada riqueza. Millones y millones de euros, flotando cada pocos metros, moviéndose al embate de pequeñas olas, procedentes de mar abierto, muestran la riqueza de un mundo, desconocido para la inmensa mayoría de los mortales. Pequeñas antenas los conectan con otros mundos, bien para ordenar su futura navegación, o, quizás, para intercambiar información que, debidamente, empleada, aumentará las riquezas de quién las tienen todas. El lunes, el trafico de coches era enorme, con la lógica consecuencia de ser casi imposible obtener un sitio para sentarse en uno de los muchos bares y restaurantes, que rodean el puerto.
La ruta hacia Portal Veis, es como un sendero callado entre una vegetación mediterránea, que nos obligó a bajar las ventanas, para respirar el aire puro de un lugar milagrosa y virginalmente respetado. Desde la parte más alta, a la que se llega dejando al lado una continua fila de coches aparcados, se ve el comienzo de la playa, con unas aguas azuladas y cristalinas, contrastando con las casi invisibles de Puerto Portals, y la paz del ambiente que se respira, es el sueño de un mundo paradisiaco. Apenas sobrepasada la entrada de la playa, las cuevas de roca porosa reflejadas sobre el mar, rinden pleitesía a civilizaciones de tiempos pasados que desembarcaron para legarnos sus pensamientos y cultura.
Puerto Portals, es la riqueza, Portal Veis, la belleza, en estas Islas, que, al decir de Rubén Darío, “coronadas de pámpanos y rosas aquí un tiempo danzaron ante la mar las musas”