Era como el bueno y el malo, cada día.
Su calma era fugaz, como un suspiro.
Después de la algazara, era el delirio
Y, puño en alto, a gritos maldecía
Su calma era fugaz, como un suspiro.
Después de la algazara, era el delirio
Y, puño en alto, a gritos maldecía
Blasfemaba, con rictus de sonrisa.
Sin respeto, con gesto enardecido.
Era el grito inhumano del herido
Era un loco de atar con la camisa
Su carácter de gritos entre risas,
Era de temple calmo y violento
Como el triste dolor de una desidia
Era un canto gregoriano de armonía
Cuando su paz interior iba en aumento
Pero sin pausa, ni causa, destruía