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Hablaban de amor. de esa fantasía que doblega el pensamiento ante una ilusión no siempre bien definida; de esa idealización que sublima la esperanza, al tiempo que hunde en la soledad, cuando la persona amada no responde a las expectativas del amante; de esa alegría interna, rayando en la felicidad, al simple roce de su vestimenta; quizás alcanzando el éxtasis, con una simple caricia, o, al decir de Bécquer, la desconocida compensación por un beso

Hablaba de amor una pareja, sentada en un banco de madera del parque, al socaire de frondosos árboles, cuyas ramas, sostenían el revoloteo de los pájaros, susurrando las quejas de amor, que, desde el principio de los tiempos, cualquier día del mes de mayo, estribado en alguna de las rejas del barrio de santa cruz, jóvenes andaluces, requieren del ser amado, toda clase de carantoñas y dulces palabras, con las que los enamorados tratan de explicar, el inexplicable sentimiento, que invade su pecho

Hablaban de amor cogidos de las manos, y, mirándose a los ojos, se hacían eternas promesas; soñaban ilusionadas fantasías, que, en la exaltación del amor, se dan por ciertas, pero, a menudo, no resisten el menor embate del oleaje que sacude los temporales del mundo; ni aciertan a resolver los misteriosos destinos, que se encuentran al final de las encrucijadas, que presenta la vida.

Hablaban de amor, que es hablar de esperanza, de soleados días, en los que el sol brilla siempre; de bellos atardeceres, contemplando las enrojecidas nubes del ocaso, en los ojos del ser amado, reposada la cabeza sobre el regazo del otro, con el recogimiento religioso que preside las relaciones sentimentales, cuando la ternura preside la vida.

Hablaban de amor. pero, aún, no podían hablar del amor que culmina en la edad  tardía, cuando pasada la vida juntos, llega la noche, y, aquel sentimiento,  se convierte, sencillamente, en amor, y a través de una amistad contrastada, en amor eterno, porque tu mundo depende de su mundo, y, aterroriza la soledad, expectativa de muerte, añorando, llegado el caso,  que no se hubieran cumplido  los hechos a los que se refieren las palabras de aquella bella canción, ¡oh!, mourir d'amour à l'instant où ta main me frotte, laissant ma vie sur ton épaule, bercée par le son de ta voix» (1)

 

 

  • ¡qué alegría!, morir de amor, entregándote la vida, en el instante en que tus manos me acarician, y me arrulla el sonido de tu voz.

 

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