GANDULFO - El Político
Gandulfo, nació al atardecer de un día de invierno, mientras caía la nieve sobre los tejados de un pueblo pequeño, de la España profunda. Ya de pequeño le caía bien a la gente, porque era despierto, bien mandado y vivo, con la viveza del ratón, que se come el queso, sin que lo pille la trampa. Inconformista, vago, mal estudiante y soñador, siempre que sus fantasías lo llevaran a vivir en el lujo y bienestar, sin necesidad de pasar, ni, por supuesto, pensar, en el sacrificio que tal estatus le exigiría. Apenas cumplida la mayoría de edad, se desplazó a la capital, donde se licenció en derecho Inmediatamente se afilió a un partido político, de los que predicaban la felicidad de la gente, la distribución de la riqueza, - siempre que no fuera la suya -, y el bienestar del pueblo.
Ensalzando los aparentes logros del partido, hablando mal del oponente, uniéndose a los sindicatos contra el empresario que siempre era facha, ambicioso, y explotador, y apoyado por un grupo de compañeros, más inclinados a la buena vida que al trabajo honesto, llegó a ser dirigente del partido, primero de su distrito y después de la ejecutiva nacional. Era un verdadero artista en hacer promesas que no podían cumplirse; sus proclamas eran pura demagogia; apoyaba las huelgas, sobre todo en los momentos en que produjeran mayor quebranto para el país; alababa el buen hacer de los piquetes, afirmando, con cinismo, que en este mundo huérfano de información, eran necesarios para explicarles a los trabajadores, con toda amabilidad, los hechos que ocurrían y la libertad que tenían para unirse a ellos; fomentaba las algaradas de los estudiantes, sin importarle que llegaran a la violencia, argumentando que defendían su derecho a la cultura; y siempre estaba dispuesto a cualquier acción que debilitara al partido, o partidos, que estuvieran en el gobierno, basándose en cualquier acto, sacado de contexto.
Gandulfo – que se cambió el nombre por el de Pedro-, era bastante inculto pero muy hábil, para tal actividad. Mintiéndole a un pueblo habitualmente desinformado, y aprovechando que los sinvergüenzas viven de la cobardía de los demás, consiguió dominar al grupo dirigente y llego al poder. Y, así era el santo, así el milagro. Se enemistaron con américa, engañaron a las fuerzas de seguridad, y existen dudas sobre la prometida actualización de las pensiones.
En un año, cambiaron el sistema de contar a los parados, para justificar el aumento de empleo y los puestos de trabajo. Repartieron los cargos entre los afines, y prebendas por motivos inútiles; aumentaron las becas para estudiantes que no querían estudiar y para financiarlas asaltaron las Instituciones bancarias, y a las grandes empresas, que, como es lógico huyeron a medida de sus posibilidades.
Amansaron a los sindicatos con grandes cantidades de dinero, que debían destinarse a cursos de formación, que no se realizaron, lo que contribuyó a que los parados, no pudieran recolocarse. La cultura de la juventud fue la más baja de Europa, y, su gran triunfo, en dura batalla contra los fachas, fue, que las niñas pudiera abortar, sin cortapisa alguna, a partir de los dieciséis años.
Cuando perdieron el poder, Gandulfo –ahora Pedro- y su grupo, con los agradecidos sindicatos, organizaron continuas huelgas, para impedir que hubiera cambios, porque nada podía mejorar los beneficios sociales que, durante su mandato, había obtenido el pueblo.
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