Hoy amaneció en Alaró en la oscuridad de la soledad. El aire cálido sobre la cara amenazaba tormenta Un manto de negror cobijaba la Sierra de Tramontana, siempre presente. En estos amaneceres, el espectáculo de la neblina, poco frecuente, acapara la voluntad, impidiendo que el trabajo fructifique. La mente cede, al asombro que produce, una naturaleza naciendo en su atardecer, sin que el sol se haya puesto, cual negra muerte sobrevolando el nacer de la vida.
Es el día del Carmen y el Mediterráneo de estas Islas está calmo, brillante la lámina del agua, esperando que la procesión congregue a la gente del mar, para rogar la bendición de la Santa; y, aunque, seguramente, no saben lo que es la fe, se dirigen a ella, firmes en la esperanza, para pedirle que las aguas, de cuyo fruto viven, sean siempre ajenas a la tragedia.
Las embarcaciones, se han engalanado, con flores traídas de la otra parte del mundo, que forma, y le da nombre a nuestro universo, como si la simbiosis de mar y tierra, quisiera resaltarse en esta conmemoración típicamente marina. Su navegar, hoy, se caracteriza por un balanceo, producido, mas que por deslizarse las naves sobre las aguas, por la caricia del salino líquido, dispuesto, también, con suaves inclinaciones, a suplicar los favores del dios de los mares, a veces tranquilo, a veces tempestuoso, como un joven caprichoso y malcriado, que ama, o ataca, la arena de las playas, según el influjo que recibe de una luna, repetitiva en sus forma e inspiradora de poetas.
Hoy, este poder, está representado por la tradición, personificada en la Virgen del Carmen, engalanada, según las costumbres de los diversos territorios, con trajes típicos, cuál muñeca, cuya corona se adorna con salpicaduras creadoras del arco iris. Las orquestas, tipo charangas, animan la fiesta, con las canciones clásicas de este tipo de conmemoraciones, y , en la exaltación de los más religiosos, se oyen los cantos heredados de sus antepasados, cuyos ritos se han mantenido en el trascurso del tiempo.
Las gaviotas acompañan con sus graznidos la efemérides, uniéndose a sus compañeros, para ensalzar a esas divinidades que protegen su forma de vida, desde, casi, el principio de los tiempos, o, quizás, mejor, desde el principio de la vida, cuando una desconocida mente, ordenó el inicio del eterno girar el mundo.