Hoy hace 84 años que murió D. Miguel.  Ahora, que se ha rememorado su persona, debido a la película “Mientras la guerra dure”, que no recoge, con nitidez, su figura, ni el contexto en que se desarrollaron los últimos meses de su vida, creo que sería conveniente, recordarlo, mediante esta pequeña, y rápida, semblanza. 
            En dicha película, una de las hijas, y su esposa, parecen recriminarle, por el cambio de sus creencias política. Pero, una persona, que sea capaz de interpretar los hechos que estaban acaeciendo, de forma razonada, cualidad que no se le podía negar a él,  no cambiaba de parecer, si no que adaptaba sus afirmaciones a la realidad. Aplaudió la llegada de la República, pero, como otros tantos intelectuales, quedaron decepcionados, ante la violencia que inundaba las calles, la quema de iglesias, el asesinato de monjas y curas, etc, etc. aunque lo que veía, sobre todo en la actitud de Millán Astray, y la soberbia de los jóvenes falangistas, tampoco le convenciera.   
            En lo que, de verdad, las dudas asolaron su mente privilegiada, fue en sus creencias religiosas. Nunca he podido entender porqué una parte de la Iglesia,  aseguraba que D. Miguel era una espada blandida sobre la cabeza de la fe. Es cierto que formó, con Martin Heidelberg y  Soren Kierkegaard, la cabeza visible de la corriente filosófica denominada Existencialismo. Pero, yo creo, que tal corriente, no era atea, simplemente consideraba las lógicas dudas que todos tenemos sobre el más allá. 
            Quizás, en aquella Religión Católica, que hoy llamaríamos ”fundamentalista”  la actitud del danés Kierkegaard, cuando, con ira, puño en alto y cara al cielo, maldijo contra dios en las desiertas llanuras de Jutlandia,  diera la sensación de que negaba a Dios.  Quizás, cuando D. Miguel, en el Sentimiento Trágico de la  Vida, dice que Dios es una X sobre la barrera que separa lo que la ciencia certifica como cierto, de lo que, aún, no tiene explicación, asegurando que de la barrera hacia acá todo se explica sin Dios, y de la barrera hacia allá, nada se explica, ni con Dios ni sin Dios,  entendieron ataques que nunca existieron.          
     La angustia vital que definió el existencialismo no es la situación del alma  caminando hacia el vacío, más bien es la duda que acosa al intelectual  cuando debe     enfrentarse con la esperanza/desesperanza de otros mundos, pasada  la frontera de la muerte. Es la falta de seguro sostén en que reclinar el más allá, siempre incierto. Es la falta de unión entre lo que la mente considera cierto y la fantasía del predicado  religioso.   
    Cuando Kierkegaard maldice, elevando la cara al cielo, aparentando que mira a dios, significa, solamente, la descarga mental contra un  ser superior, por el que, se cree, agredido.  Maldice contra una duda misteriosa, o, quizás, buscando un infinito inerte,  porque la duda es angustia, y el vacío,  paz                                 
     Así vivió D. Miguel  balanceándose en la duda, estremecido por  la búsqueda de una fe insegura, acosada por su poderosa razón. Parece ser, que, siendo joven, y siguiendo la costumbre de aquellos tiempos, un día consultó la Biblia, y su dedo señaló el versículo, “ven y sígueme”,  que interpretó, como la llamada de Dios, pero ya estaba en relaciones con la que había de ser su mujer, y no  siguió tal sendero. Siempre estaría en su mente tal llamada, siempre la duda, que lo  llevaba, como dijo, a crear a Dios con el corazón y negarlo con la mente. 
            El tronar de los cañones cubría España,  las viejas piedras salmantinas amortiguaban el eco  de la disputa entre la joven república y los militares; la  garganta que gritó “venceréis pero no convenceréis”  había callado, mientras los que los que lo llevaron a hombros, libres las ideas, sentían la cara azotada por el frío viento invernal que barría la meseta.                                                                                            
      Y con el corazón escribió su propio epitafio, esculpido sobre la lápida que cierra su nicho en el cementerio de Salamanca, “Acógeme Padre Eterno en Tu seno, misterio hogar,  dormiré  allí, pues vengo deshecho del duro bregar”                                                                                                     
      
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