Amanecía a través del leve claror, que empezaba a inundar el alto de los tejados. La bruma de la ciudad empezó a ceder, para dar paso a un sol de primavera, que justificaba la alegría de vivir. Se arregló para incorporarse al trabajo que había encontrado el día anterior y caminó ilusionado para coger el transporte que le llevaría a su nueva ocupación. La estación era un hervidero de gente, como un almacén de personas, que, dominados por la prisa, buscaran con el pensamiento, la salida que el destino les tuviera reservada. El paso largo, la cara contraída por el rictus de la preocupación, los ojos somnolientos, medio cerrados, parecían reflejar la presentida pesadez del trabajo diario. El tren llegó puntualmente sin el traqueteo que determinaba las llegadas de los antiguos trenes, y, entre empujones de los que siempre tienen prisa, encontró su asiento. Su mente se movía a mayor velocidad de lo que sería el viaje, hasta encontrarse con la nueva actividad, tan deseada. El rumor de la estación se había convertido en un murmullo silencioso, roto por cortas conversaciones que alguna personas sostenían en voz baja. Las paradas en las estaciones, renovaban el pasaje, sustituyendo a las personas que salían con ánimo resuelto, por las que entraban como desorientadas, buscando el acomodo que les hiciera mas leve el viaje. Y el rayo surgió con una intensidad que resquebrajó su mente ilusionada, e inundó de terror su tranquilidad. Los cristales, al quebrarse, produjeron un raro estallido, al tiempo que su vecino de asiento inclinaba la cabeza con un gesto de sorpresa y dolor. Después todo fue confuso. El tren empezó a moverse de forma descontrolada, como si hubiera entrado en un carrusel de vértigo, en un recinto de destrucción, donde se mezclaban susurros de moribundos, y gritos de atormentados. El crujir de las maderas y los hierros al retorcerse, formaban el concierto trágico que acompaña a la muerte. Su mente se inhibió, cuando empezó a enterarse de aquel caos, que parecía el llanto y el crujir de dientes, del que hablan los evangelios, al describir el final de los tiempos.
      Cuando salió del hospital, quisieron que se uniera a las reclamaciones, que tenían por finalidad el ataque o la defensa de formaciones políticas, pero aceptadas las indemnizaciones, su mente se asentó en un pensamiento indeterminado, sometido hasta el presente, por el resurgir de aquellos lamentos que lo aterrorizan, cuando las sombras invaden el campo de su esperanza.
11M
(Porque lo nuestro es pasar)

Llegarán, idus de Marzo
Con las elecciones prestas
Rubalcaba pretendiendo
Que el Gobierno no nos mienta

Llegó,venganza de moros
Quizás fueron los de ETA,
La policía dormida
O demasiado despierta

Pasaron, días de muerte
Las dudas no se solventan
Zapatero Presidente
Y, de nuevo, la pobreza

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