El calor excesivo de Julio, dio paso, sin aviso alguno, a una bajada de temperatura producida por la entrada de los vientos del norte. Tales vientos, son frescos y secos, pero al contrario que los vientos del este, raramente son portadores de la lluvia que, en estos momentos, tanta falta le hace al campo. Las fiestas de Alaró se celebran el dieciséis de este mes con la conmemoración de San Roque, pero, ya el día uno se iniciaron con el “sopar de carrer” , mediante el que los vecinos de cada calle, se reúnen para cenar juntos al aire libre, como acto de buena vecindad, aportando cada familia lo que cree conveniente, a un bufet común del que participan todos.
      Este año, el citado viento del norte, había limpiado de nubes el ambiente, convirtiendo el firmamento en un manto tachonado de estrellas, – tupida red de luces brillantes,- cuya visión era el mejor decorado para participar en la tertulia iniciada a los postres. En estas tertulias, cada uno defiende con ímpetu – sobre todo si se habla de política o de futbol – su opinión sobre los últimos acontecimientos, pero, todos sabemos, que no se llega a consenso alguno, y, a veces, lo que debería ser un tranquilo cambio de impresiones, se convierte en duras agresiones verbales, causantes de que la luna, -tan sensible cuando presencia las dulces conversaciones de amor – esconda, la totalidad de su rostro, entre los luceros que la rodean, permitiéndonos ver, solamente, una parte mínima, conocida por los astrónomos como cuarto menguante, aunque creo, por la sensibilidad que le atribuyen los poetas, que es una reacción a la vergüenza que le produce semejante espectáculo.
      Durante los días que median entre esta cena y la noche del quince, en que se celebra la “revetla” , nuestro Ayuntamiento, al igual que hacen casi todos los de la Isla, – al decir del primer alaroné que conocí, antes de venir a establecer mi residencia en este municipio,- “gastan el dinero que no tienen, para organizar festejos que no necesitan y presumir ante las personas de otros municipio, que no conocen”.
      Otra cosa es el día de la verbena. Masas de jóvenes, venidos de otros municipios, van llegando al atardecer. La policía municipal impide la entrada de coches al pueblo, porque no hay posibilidad de poder aparcar en sus calles. En la plaza del Ayuntamiento, sobre una tarima, varias orquestas se van sucediendo interpretando música machacona, que los jóvenes que ha encontrado espacio para moverse, siguen su ritmo a base de movimientos extraños en los que consiste el baile. El resto, forman corros en cualquiera de las calles, bebiendo mezclas de coca cola y licores de marcas desconocidas, hasta que según van agotándose, unos drogados, otros borrachos y otros, a estos efectos, como si lo estuvieran, inician el regreso a sus casas, dejando el pueblo lleno de botellas de plástico, latas de refrescos vacías y algunas repulsivas materias, sobre cualquiera acera, porque los estómagos no han podio digerir tanta bebida.
      Es la consecuencia de lo que, ahora, llaman divertirse.
      El resto del mes, cuando el sol ha conseguido olvidarse del amanecer del día del Santo, vuelve la paz y el calor a este pueblo, normalmente dormido sobre la falda de la Sierra de Tramontana, cuyos acantilados, situados en la parte opuesta, se refrescan con las tranquilas aguas del mediterráneo.

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